Estados Unidos y América Latina: Balance de la administración Obama y perspectivas con la elección de Donald Trump

Estados Unidos y América Latina: Balance de la administración Obama y perspectivas con la elección de Donald Trump

Por Luis Fernando Ayerbe[1]
 
La Doctrina Obama
Desde que llegó al gobierno, Barack Obama enfrentó constantes críticas a su actuación internacional, especialmente de círculos conservadores próximos al Partido Republicano, acusándolo de promover, por opción o inaptitud, la pérdida del liderazgo conquistado por EE.UU. después de la victoria en la Guerra Fría. Ejemplos más recientes serían la normalización diplomática con Cuba en diciembre de 2014, aprobada por todos los presidentes en la Cumbre de las Américas de Panamá, y los acuerdos con Irán en julio de 2015 patrocinados por el Consejo de Seguridad de la ONU junto con Alemania, que limitan y supervisan por 25 años el programa de enriquecimiento de uranio en contrapartida del levantamiento de sanciones contra el país.
Ciertamente no es esa la visión de Obama sobre su política, que ve el activismo del período Bush como inadecuado a un escenario en que EE.UU. padecen las limitaciones impuestas por la crisis financiera deflagrada en 2008, el ascenso de potencias que en el campo económico proyectan un mundo multipolar, y la pérdida de legitimidad internacional de alocuciones abiertamente hegemonistas.
El liderazgo estadounidense proyectado por Obama se presenta como resultado necesario de una adecuación realista entre objetivos y recursos nacionales disponibles, contemplando la búsqueda pragmática de alianzas con gobiernos en que se vislumbra una disposición al diálogo. Charles Kupchan sitúa esa postura como parte de una racionalidad en que transformar “enemigos en amigos” se torna una apuesta más segura que la confrontación y el aislamiento, “colocando la agenda de democratización en segundo plano y basando la diplomacia de EE.UU. con relación a otros Estados en su comportamiento externo, no en su tipo de régimen. Inclusive regímenes represivos pueden ser confiablemente cooperativos cuando se trata de su conducción de la política exterior”[2].
Esa visión asume características más definidas en el segundo mandato, con los ejemplos ya mencionados de Irán y Cuba. En 2015, el propio presidente expone, en entrevista a Thomas Friedman, lo que sería la “Doctrina Obama” aplicada a esos dos países: “nos comprometemos, pero sin perder ninguna de nuestras capacidades[3]”. En el caso de Cuba:
 
Podemos probar la posibilidad de un acuerdo que tenga resultados positivos para el pueblo cubano y sin demasiado riesgo para nosotros. Es un país diminuto. No es un país que amenace nuestros intereses centrales en materia de seguridad, y por lo tanto no hay razón para no intentarlo. Y si resulta que después no conduce a nada bueno, siempre podremos ajustar nuestra política (Friedman, óp. Cit.).
 
La postura con relación a Cuba no se traslada a Venezuela, principal foco de conflicto bilateral en la región desde la administración Bush. En medio a una coyuntura de limitaciones económicas y fortalecimiento de la oposición que obtiene mayoría en el parlamento en las elecciones de diciembre de 2015, Obama amplía presiones para una salida negociada de la crisis, en que la abreviatura del mandato de Nicolás Maduro entra como punto destacado de la pauta. En el ámbito sudamericano, cuenta con escenario favorable impulsado por los cambios de gobierno en Argentina y Brasil, en que la elección de Mauricio Macri y el impeachment de Dilma Rousseff establecen nuevos rumbos en la política exterior: Macri cumple promesa de campaña de solicitar la aplicación de la cláusula democrática del MERCOSUR; en agosto, acción conjunta de las cancillerías argentina, brasileña y paraguaya se oponen al derecho venezolano, que cuenta con apoyo uruguayo, de acceder a la presidencia rotativa del bloque. En contexto en que la oposición impulsa el referéndum revocatorio del presidente, la acción de los dos ex aliados sudamericanos genera mayor aislamiento del proceso bolivariano, ensanchando el campo de ascendencia estadounidense.
 
Balance y perspectivas a partir de la elección de Donald Trump
Relativizando evaluaciones reduccionistas por parte del espectro más conservador Republicano sobre claudicaciones del presidente saliente al liderazgo internacional del país, el escenario regional presenta variaciones más complejas. Una combinación de circunstancias económicas y polarizaciones políticas que debilitan gobiernos críticos de la influencia de EE.UU., paralelamente a la aplicación a Cuba de “doctrina de transformación de enemigos en amigos”, buscando distender tema que generaba aislamiento en el entorno hemisférico, revelan un contexto más propicio a la proyección de intereses estadounidenses del que Obama encontró en 2009. De hecho, EE.UU. cuenta con cuatro aliados fundamentales entre los países considerados estratégicos por el tamaño de su economía e influencia sub-regional: Argentina, Brasil, Colombia y México, con probables consecuencias en los posicionamientos políticos de organismos en que no está directamente representado, como UNASUR y CELAC.
Frente a esa realidad, la victoria del Partido Republicano en las elecciones genera perplejidad. Claramente, el empresario Donald Trump expuso en su campaña diferencias importantes con relación a la candidata Demócrata, Hillary Clinton, en cuyo entorno se alinearon referentes de la administración Bush, componiendo un establishment suprapartidario preocupado con la permanencia del excepcionalismo estadounidense, que se consideró amenazado por tendencias aislacionistas explicitadas por Trump en alocuciones cuestionando acuerdos económicos y apoyos militares a aliados tradicionales[4]. En el ámbito de las relaciones hemisféricas, frente a la esperada continuidad de Clinton en los lineamientos fundamentales de su antecesor, se contraponen incertidumbres caso se cumplan promesas de expulsión masiva de extranjeros indocumentados, barreras a la inmigración llevadas al paroxismo por construcción de muro separando EE.UU. de México, y revisión de tratados comerciales.
Tanto las restricciones migratorias o el cuestionamiento de acuerdos, que impactaría principalmente en el Tratado de Libre-Comercio de América del Norte (TLCAN), son temas que afectan en primer término las relaciones con México, América Central y Caribe, territorios sensibles de la percepción de seguridad desde la administración de George W. Bush, en que las iniciativas Mérida, de Seguridad Regional Centro-americana, y de Seguridad para la Cuenca del Caribe, concentran parte significativa de los recursos destinados por el Departamento de Estado para el Hemisferio[5].  Las posiciones contradictorias con relación a la normalización diplomática con Cuba, primero declarando que no habría alteraciones substanciales, anunciando posteriormente que revertirá el proceso iniciado por Obama si no se producen cambios políticos en la Isla, acompañaron una lógica electoral que valorizó apoyos en sectores de la comunidad cubano-americana, principalmente del Estado de Florida. En sentido contrario, su proclamado aislacionismo figurado en el slogan America First, podrá implicar en ausencia de interés por unilateralismos que comprometan esas iniciativas, o de intervencionismo abierto en Venezuela, asumiendo costos de indisposición con el entorno regional favorable de alianzas antes destacado, en que prevalecen consensos sobre la importancia de la gobernabilidad asociada a la distención.
Al momento en que concluimos este artículo, la diversidad de nombres citados para ocupar la Secretaría de Estado expresa oscilaciones entre los dos lineamientos destacados: 1) John Bolton, embajador en Naciones Unidas durante el segundo mandato de George W. Bush, representativo de sectores que piensan el mundo en lógicas antagonistas del anticomunismo de la Guerra Fría, de confianza imperturbable en la posibilidad de cambios de régimen político desde el exterior en países encuadrados en supuesto campo enemigo; 2) Mitt Romney, que compitió con Obama en las elecciones anteriores para presidente, y Rudolph Giuliani, ex intendente de Nueva York, aunque de clara afiliación al Partido Republicano, carecen de trayectoria o ideario consolidado sobre las relaciones internacionales. La primera posibilidad señalaría un rumbo de fortalecimiento del excepcionalismo en detrimento del aislacionismo, impactando negativamente en iniciativas emblemáticas de la Doctrina Obama, especialmente Cuba e Irán. La segunda abriría un campo de ambigüedad más próximo a lo presentado por Trump en su campaña, sin anticipar un itinerario que pueda ser encuadrado en abordajes pre-definidos de política exterior.
Adoptar la primera opción representaría una actualización del unilateralismo Neoconservador de los años Bush[6], tendiendo a generar choque de realidad al enfrentarse a contrapesos provenientes de la multipolaridad. En algunos meses, el empresario pragmático, que ya estará incorporando escenarios de probabilidad de un segundo mandato, podrá ser llevado a alteraciones de rumbo para recomponer consensos comprometidos por improvisada elección de tratamiento y prescripción de remedios con fecha vencida.
Ciertamente se trata de un campo especulativo, cabrá aguardar anuncio oficial del equipo ministerial y de directrices más elaboradas sobre la conducción de las relaciones exteriores. No obstante, independientemente de la opción, el sentido general no se altera: son tiempos de reacción conservadora.
[1] Coordinador del Instituto de Estudos Econômicos e Internacionais da Universidade Estadual Paulista (IEEI-UNESP)
[2] Kupchan, Charles 2010 Enemies Into Friends. How the United States Can Court Its Adversaries, Foreign Affairs, Marzo-Abril (https://www.foreignaffairs.com/articles/2010-03-01/enemies-friends)
[3] Friedman, Thomas 2015 Cuba e Irán: por qué pactó Obama, La Nación, 07/04 (http://www.lanacion.com.ar/1782264-cuba-e-iran-por-que-pacto-obama)
 
[4] Robinson, Andy 2016 ´Neocon´ vota Clinton, La Vanguardia (Barcelona), 29/08 (http://www.lavanguardia.com/edicion-impresa/20160829/404247312455/neocon-vota-clinton.html).
[5] Ayerbe, Luis Fernando. Estados Unidos y América Latina al final del primer mandato de Obama. In: Jaime Antonio Preciado Coronado (Ed.). Anuario de la integración latinoamericana y caribeña 2012. Guadalajara: Universidad de Guadalajara/University Press of the South/Ediciones de la Noche, 2015.
[6] Ayerbe, Luis Fernando. Los Estados Unidos y la América Latina. La construcción de la Hegemonía (La Habana: Fondo Editorial Casa de las Américas), 2012, capítulo 9.

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